...que mi padre se disfrazaba durante la cena de Navidad, chapurreaba villancicos y hacía el tonto para amenizar la noche. Los niños reíamos su teatro. Hoy ya casi no se disfraza, pero cuando lo hace recuerdo aquellas noches felices. Ya no me hace gracia, pero cuando sonrío sé que lo hace el niño que fui por aquel entonces.
109.
...una foto en la que se nos ve a mi padre y a mí en una playa de río. Parecíamos felices. Sin embargo, no recuerdo el momento; de aquel día de felicidad solo queda una foto. Mi recuerdo de aquel instante se esfumó o quizá algún día vuelva a mí, quién sabe. Tengo algunas otras fotos de las que no recuerdo haber sido testigo o protagonista.
108.
...la paga mensual. Debía administrarla con sensatez; de lo contrario, en unos días estaría en la inopia. Mi hermana solía pedir dinero cada semana, siempre que lo necesitaba, y le funcionaba. Yo prefería repartir las dosis con prudencia. Aquella prueba era para mí una manera de hacerme adulto, de demostrarme que podía contener la recompensa y disfrutarla aún más tras la merecida espera.
107.
...las pompas de chicle. Las expandía hasta que la explosión dejaba cercos pegajosos en mis labios.
106.
...Le llamaban trinidad. Me encantaban los spaghetti western, cómo sonaban los puñetazos y los disparos. El colegio daba sesión de cine gratis todos los fines de semana. Casi todas las películas eran del oeste, de policías y ladrones, o de Bruce Lee. Salía del cine con una energía efervescente.
105.
...una chica, abriendo su entrepierna en la biblioteca. Estaba frente a mí. No recuerdo su rostro, ni como iba vestida, ni siquiera si era rubia o morena, o si llevaba gafas. Creo que me miraba, o eso imaginé. No podía dejar de observarla, aunque, la verdad, no recuerdo haber reconocido algo más que una insondable negritud. El resto supongo que lo fabricó mi imaginación, sin necesidad de apelar a los hechos.
104.
...cuando los suspensos académicos me producían terror y angustia. Creía haber cometido un terrible delito o un pecado imperdonable. Llevar las notas a casa era como subir al patíbulo.
103.
...cuando las paredes de las casas estaban adornadas con papeles pintados, con motivos geométricos y florales. En casa de mis padres había uno con volutas a modo de hojas enroscadas.
102.
...el pájaro cantor de mi abuela, un canario, creo. Su trino era inagotable, con el tiempo molesto, aunque te acostumbrabas. Murió de viejo.
101.
...los churros finos, embadurnados de azúcar. Cuando me fui a vivir al sur, me sorprendió que allí se sirvieran gruesos, esponjosos y sin azúcar. Las churrerías del norte eran en su mayoría puestos callejeros. En el sur, se compran dentro de casas habilitadas como churrería.
Memorándum
Este cuaderno está inspirado en el libro "Me acuerdo", de Joe Brainard.
Cómplices
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